Sobre el proyecto de la cámara baja polaca para prohibir mención de complicidades

El proyecto presentado por la cámara baja del parlamento polaco se suma al malestar que ya han expresado distintas franjas oficiales polacas sobre la complicidad de los polacos en la perpetración del nazismo durante la Shoá.

El historiador Jan Gross se ha dedicado a revisar una parte del pasado polaco respecto de los judíos durante el Holocausto. En su libro "Vecinos" se interna en el asesinato de todos los judíos del poblado de Jedwabne en manos de sus vecinos cristianos, crimen que había sido atribuido oficialmente a los nazis pero que Gross devela que había sido obra de polacos. Causó un hondo malestar en Polonia. Pero su labor investigativa continuó y en su siguiente trabajo, La Cosecha Dorada, muestra de manera exhaustiva y desgarradora la forma en que muchos ciudadanos polacos se aprovecharon de la situación que vivían los judíos para expoliarlos, robarles, chantajearlos, exigir sobornos, denunciarlos, ocupar sus viviendas, apropiarse de sus posesiones y en no pocos casos matar a los antiguos propietarios en caso de que hubieran sobrevivido y volvieran con un reclamo.

Lo que relata en su escalofriante trabajo, fruto de innúmeras entrevistas y de una exhaustiva investigación histórica, es verdad. Pero es una verdad muy dura de oír para muchos polacos con la conciencia sucia. Siguen siendo muchos los que creen que sus padres o abuelos no pudieron haber hecho tales cosas, que se trata de una patraña. Tal vez, volviendo a la luz su histórica judeofobia, se digan que es  una “nueva patraña como las que nos acostumbran los judíos tan expertos en victimizarse”. 


Gross fue atacado y vilipendiado por los estamentos oficiales y en enero de 2016, el presidente Andrzej Duda, solicitó que se le revoque la Orden del Mérito de la República de Polonia por su trabajo como historiador. 

A fuer de justos y objetivos, es preciso dejar sentado también que lo que hicieron muchos polacos durante la Shoá debe mirarse y evaluarse junto con lo que hicieron los que arriesgaron sus vidas para ayudar o salvar a judíos. Yad Vashem, con sus estrictas condiciones, ha honrado a cerca de 7 mil, la mayor parte de los Justos de la Humanidad fueron polacos. Hay decenas de miles más que no se ajustan a las condiciones de Yad Vashem pero que colaboraron activamente en la salvación de los judíos polacos, entre ellos la familia que escondió a mis propios padres durante casi dos años. 

En cuanto a la proyectada ley polaca, debemos diferenciar las decisiones personales de la gente de las decisiones políticas y las directivas emanadas de poderes gubernamentales. El nacionalismo polaco tiene poderosos ingredientes anti judíos, sentimiento que forma parte de su cultura hace varios siglos. Los ejércitos que lucharon contra el nazismo, tanto la Armia Krajowa (nacionalistas) como la Armia Ludowa (populares) no se lucieron por su cálida aceptación de los judíos, más bien todo lo contrario. 

¿Se puede acusar al Estado Polaco por la conducta de una parte de sus ciudadanos? Es cierto que los campos de exterminio, todos instalados en suelo polaco, fueron obra de los nazis. También es cierto que muchos polacos (y también ucranianos, lituanos y otros) integraron los engranajes asesinos, pero no se trató de una política oficial del gobierno en el exilio sino que fue a título personal. A diferencia del gobierno de Francia, que no solo se alió al nazismo sino que muchas veces se anticipó a sus órdenes en el señalamiento y detención de los judíos, el gobierno polaco no puede ser acusado de lo mismo. Los campos de exterminio nazi fueron instalados en Polonia pero no fue una decisión de ningún gobierno polaco. Por ello acusar a Polonia como estado cómplice y perpetradores no se ajusta a los hechos.

Los polacos han convivido con la memoria de la Shoá viéndose como víctimas de los nazis, casi como equiparándose con lo sufrido por el pueblo judío. Verse como víctimas los exoneraba de toda responsabilidad o culpa y es el discurso oficial que aún se sigue oyendo en Polonia. Todo esto es lo que está detrás de este proyecto del Sejm, la cámara baja que espera ser refrendado por la alta. Me parece absurdo el proyecto porque huele a cola de paja, es como suponer que si no se dice algo no pasó. El absurdo de esta ley que lacera el derecho a la libre expresión, se choca además con el acceso a las redes sociales, con su infinita y poderosa capacidad de llegada y difusión. No hay ley que impida que la gente diga lo que tiene ganas de decir, sea verdad o no, se ajuste a los hechos o no. 

Y si el gobierno polaco está tan preocupado por su propia autoestima, sería muy importante que establecieran la obligatoriedad de que, junto con las visitas que hacen todas las escuelas polacas al maravilloso museo Polin que muestra los mil años de vida judía en Polonia, se instruya a todos acerca de qué pasó en la Shoá, quiénes colaboraron y quiénes no, señalando a los culpables y enalteciendo a los valientes. La verdad es una sola. La derecha y los nacionalismos están queriendo recuperar el lugar protagónico que solían tener, no solo en Polonia. Los populismos le han hecho un magro favor y el péndulo socio político está moviéndose hacia el otro lado, aunque tal vez se junten lo peor de cada uno y se construyan contextos populistas-nacionalistas, una nueva amenaza que se cierne sobre nuestra pobre Humanidad. Veo que la cámara baja polaca quiere jugar el moderno juego de la pos verdad y así construir un pasado más agradable de recordar. Pero, aunque no podemos achacarle al gobierno polaco la complicidad con el nazismo ni la construcción y el funcionamiento de los campos de exterminio, sí podemos hacerlo con muchos polacos que hoy quieren vestirse de seda. Y ya se sabe, si la mona se viste de seda, mona queda.

Sobre la autora: Diana Wang es titular de Generaciones de la Shoa. Es nacida en Polonia e hija de sobrevivientes del Holocausto. Es psicoterapeuta, escritora y conferencista.

Texto publicado por JAI.