Parejas y Vínculos

Transcurro en mi ejercicio profesional un largo camino desde 1971 cuando terminé la carrera y me licencié en psicología. Fui psicoanalista durante más de una década y luego fui buscando otros abordajes más afines conmigo para que me permitieran ser más útil con quienes me consultan. En la actualidad no podría decir a qué modelo de psicoterapia me remito. Más bien diría que el modelo médico dejó de serme amigable. Mi acercamiento al sufrimiento de la gente no pasa por una idea de patología ni me siento una curadora ni recurro a diagnósticos psicológicos. Me veo más como alguien que fomenta conversaciones eficaces, diálogos de intercambio más que gestas y argumentaciones que encienden los conflictos interpersonales. Aprendí en estos más de 50 años que no sabemos hablar, que creemos que comunicamos algo y nos sorprende que el otro no reciba lo que creemos que habíamos entregado.

En el universo de la convivencia en pareja aprendí que muchos de los conflictos, desencuentros y desdichas son consecuencia de una mala comunicación, de hablar mal, de creer que al emitir palabras se propone un diálogo cuando, las más de las veces, se invita a un escenario bélico. No intercambiar alguna idea o emoción o dificultad, sino ganar. No solo en las parejas. Este hablar tramposo y enredado se da en el trabajo, entre amigos y familiares. Gran parte de los malos entendidos, peleas e infelicidades que vivimos se sostienen en creer que comunicamos cuando estamos atacando y descalificando al otro. Uní vínculos con palabras, emociones con conductas, atribuciones con suposiciones y se me abrió un horizonte diferente en el abordaje y la comprensión de nuestras interacciones habituales. En eso consiste mi forma de encarar las consultas y los textos que escribo y difundo.

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