¡Aleluya! ¡Una nueva! (Carta abierta al Sr Jorge Altamira)

El Holocausto, fuente inagotable de insultos mediáticos

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Que los términos relativos al Holocausto son herramientas usadas para cualquier fin está siendo una cuestión que parece que llegó para quedarse. Hitler, Goebbels, Cámaras de Gas, Auschwitz, Holocausto, nazis son palabras a las que los políticos y comunicadores nos tienen acostumbrados, las toman de la repisa y las usan para cualquier fin, generalmente como insultos. Ahora se sumó usted (ver la nota) agregando al rico acervo popular holocáustico, la palabra Judenrat. ¡Aleluya! Un nuevo insulto ha nacido.

Sospecho que debe haber escuchado en sus contactos con el mundo judío que “Judenrat” quería decir “traidor”. Infiero que debe haberlo creído y tal vez no se molestó en averiguar si era cierto. Hoy volvió a su memoria la palabra, tal vez porque suena bien o por lo que alude o por ambas cosas. Y, como hicieron sus predecesores con las otras palabras, debe haber considerado que usarla sería un buen golpe. Entonces, cuando se refiere a José Pablo Feinmann, que para más felicidad también cae en la sospecha de ser judío, le viene como anillo al dedo y le tira al bulto sin detenerse siquiera a apuntar con cuidado.

No me referiré al contenido de su texto, sino exclusivamente al uso en el que incurrió de la palabra Judenrat. Empecemos por el significado. Rat quiere decir “consejo” en alemán y Juden, quiere decir “judío”,  es decir, “consejo de judíos”. Durante siglos los judíos se auto-regulaban internamente en cada comunidad por un Consejo de notables, que se ocupaba de cuestiones menores, de litigios internos y de las relaciones con el exterior, básicamente, el pago de impuestos que siempre eran más altos para ellos. El ocupante nazi encontró que cada una de las comunidades, grandes y pequeñas, tenían un Consejo constituido, decidió entonces, a la hora de la constitución de los guetos, que serían los intermediarios naturales. Su tareas eran ocuparse de lo relativo a la higiene, la alimentación, la salubridad, la reubicación de las familias, el trabajo. Recién cuando comenzó la así llamada “solución final” (el plan de exterminio de todo el pueblo judío), los nazis agregaron a sus órdenes, la “cuota” diaria para la relocalización hacia el este (así es como lo decían, nadie sabía al comienzo, que el destino de los deportados era la muerte). Cuando conocieron la verdad los miembros de los “Judenraete” que se negaron a obedecer fueron muertos y designaron a otros. Quien no obedecía era matado in situ. No hubo homogeneidad empero en las conductas, cada lugar y cada momento tuvo su particularidad. La mayoría trató de engañar a los ocupantes haciendo como que obedecían pero implementando subrepticiamente medidas para salvar a la gente. El engaño duraba poco y el dirigente era muerto y se ponía a otro y a otro y a otro más. Muchos Consejos participaron activamente en las resistencias, tanto armadas como desarmadas, pero la mayoría se vio impotente para defender a su gente. Son contadísimos los casos en los que hubo actos de traición y entrega. Claro que los hubo. Algunos dirigentes creyeron que de esa manera podrían salvar a sus familias, aunque al final, los mataron igual a todos. Los judíos, como usted bien sabe, somos personas igual que todas las personas del mundo. Hay entre nosotros buena gente y mala gente. Le juro Sr Altamira que hay criminales, prostitutas, estafadores, ladrones, mafiosos, proxenetas y pistoleros. Uno no se enorgullece de ellos, así como los italianos no se enorgullecen de la cosa nostra ni andan exhibiéndola por ahí como un galardón. Y es verdad que hubo en algunos Judenraete en algún momento algún dirigente que no hizo las cosas bien. Pero lamento informarle que fueron los menos. La gran mayoría tuvo que enfrentar uno de los más grandes dilemas éticos a los que los nazis nos enfrentaron: tener que elegir quién debía vivir y quién no, delegando en las propias víctimas la sucia tarea de la selección que igualmente era transitoria porque al final moriríamos todos. Los dilemas éticos del holocausto son uno de los temas más desgarradores del estudio de la Shoá. El de los dirigentes de los Consejos Judíos es de los más importantes y sigue siendo material de reflexión por la dureza de lo que tuvieron que enfrentar.

Así que Sr Altamira, si lo que quiso decir hablando de J.P.Feinmann es que tenía que tomar una decisión desgarradora que socavaba las bases de su sistema ético y que corroía lo que era su sostén moral en la vida, pues entonces ha aplicado bien el término y lo felicito y me retracto de mis palabras en este mismo acto. Ahora, si lo que quiso decir –según lo que infiero por el contenido de su texto- es que la conducta de su acusado ha sido traicionera, le informo que ha dirigido el chorro de su ira fuera del recipiente adecuado.

Finalmente déjeme decirle –a riesgo de que me llame “maestra siruela (sic)- que se escribe Judenrat, no jüdenrat, va con mayúsculas, los sustantivos en alemán siempre se escriben con mayúsculas. Y no lleva diéresis. Lo puede ver en Wikipedia.

Atentamente,

Diana Wang

Presidenta de Generaciones de la Shoá

Hija de sobrevivientes del Holocausto