Kristallnacht

LA KRISTALLNACHT, SUS LECCIONES PARA EL MUNDO DE HOY

1- Introducción

- a) Los canarios, el lugar de los judíos

- b) ¿Cuándo empezó la Shoá?

2 - Desarrollo

- a) ¿Qué fue la noche del cristal?

- b) Antecedentes

- c) ¿Por qué conmemorarlo?

- d) El dilema de cómo ser realistas: pesimismo, optimismo

3- Conclusión

- a) Enseñanzas

- b) Los tres nuevos mandamientos

1-INTRODUCCIÓN

a) Los canarios y el lugar de los judíos

Los mineros tenían, hasta bien entrado el siglo XX una técnica infalible para protegerse en las profundidades de la roca: los canarios. La pequeña ave, más sensible que el hombre a la falta de oxígeno y a los gases tóxicos moriría primero que éste si en las minas hubiesen gases venenosos o demasiado monóxido de carbono. Al enviar a los canarios y ver qué les pasaba, sabían los mineros si el lugar era seguro o si era hora de abandonar la mina a toda velocidad.

Los judíos hemos ocupado muchas veces el lugar de los canarios en la historia de la humanidad. Señalados como blancos de ataques desde diferentes ideologías y regímenes, expertos en ocupar el lugar de Abel en la fraternidad humana, fuimos en todos los casos, tan solo los primeros. Sea bajo el comunismo o bajo el nazismo, bajo los zares o la inquisición, la caza del judío antecedió a la caza de todos los demás. Pueblo elegido para traer al mundo el mensaje del monoteísmo, hemos sido también los designados, igual que los canarios, para alertar al mundo respecto de lo que podría sobrevenir. En el caso de la Shoá fue no solo claro sino explícito. El master plan del III Reich pretendía la construcción de una sociedad perfecta que implicaba la reingeniería de toda la humanidad, en todo el planeta, con la supremacía, claro está, de los considerados superiores, los así llamados “arios”. Primero Alemania, después el mundo, declaraban. El exterminio del pueblo judío, la anti-raza por antonomasia, el negativo del bien, preanunciaba lo que iría a suceder con los otros pueblos y grupos que, aunque en menor medida, amenazaban también con contaminar la delirante pureza racial aria. Su plan era tomar el lugar del gran constructor y rediseñar la creación de manera pretendidamente científica, sin consideraciones morales ni humanitarias. La planificación, organización y realización del exterminio de los judíos, fue el primer paso del plan. Es lo que llamamos la Shoá.

b) ¿Cuándo empezó la Shoá?

No terminamos de ponernos de acuerdo acerca de cuándo comenzó y hasta si se quiere, de cuándo terminó. Fue, sigue siendo, un proceso gradual pero podemos distinguir algunos hitos en su progresión. ¿La Shoá comenzó en junio de 1941 cuando los alemanes rompen el pacto con los soviéticos e invaden los territorios del este y comienza a ejecutarse la “solución final”? ¿Fue dos años antes, el 1º de septiembre del 39 cuando con la invasión a Polonia se declara la Segunda Guerra Mundial? ¿Fue tal vez el año anterior, el 1º de octubre del 38 cuando Alemania ocupó los Sudetes ante el silencio cómplice del mundo? ¿O fue tal vez cuando anexaron Austria el 12 de marzo del 38 con el beneplácito de su población que los recibió triunfalmente? ¿Y por qué no datarlo 3 años antes con las leyes de Nürenberg de 1935 que quitaron los derechos civiles a los judíos alemanes? ¿Incluso podríamos remontarnos a 1933 cuando Hitler asume el poder total y traiciona así a la democracia que le había permitido el ascenso? ¿Y si pusiéramos el anclaje originario en el tratado de Versalles del 28 de junio de 1919 que dio por terminada la Gran Guerra y sumió al pueblo alemán en la humillación y la derrota que los llevó en gran medida a la Segunda Guerra? ¿No habrá comenzado la Shoá en los albores del siglo XX con la publicación de los “Protocolos de los sabios de Sión”? Este panfleto burdo fue publicado por la policía zarista como argumento frente al fervor revolucionario bolchevique y atribuía los disturbios al ansia de poder supuestamente proverbial de los judíos. Se trata del plagio vil de un libro publicado en 1858 llamado Diálogos en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, o la Política de Maquiavelo en el siglo XIX escrito por el Maurice Joly con el propósito de atacar a Napoleón. La policía del Zar cambió a Napoleón por los judíos y de este modo los protocolos se siguen vendiendo, siguen siendo tomados por ciertos y el veneno de la conspiración judía para detentar el poder mundial sigue siendo derramado por doquier. El argumento de la conspiración mundia evidentemente satisface el oído de muchos, que confirma sospechas atávicas, oscurece el entendimiento e impide reflexionar en los absurdos que propone. ¿Cómo fue posible si no que semejante patraña hubiera sido tomada por cierta sin el sostén ideológico del llamado “antisemitismo”, su antecedente más directo? El concepto y la palabra antisemitismo fueron acuñados por Wilhem Marr en 1879. Este periodista y teórico brindó el soporte intelectual que la judeofobia precisaba para ascender a la categoría de entidad “científica” y así tranquilizar a las malas conciencias. Wilhem Marr marcó un camino que luego continuarían no pocos profesores, académicos y pensadores en la Alemania nazi que brindaron sustento intelectual a los delirios del nazismo. La judeofobia europea estaba sólidamente instalada en el siglo XIX. Lo que nos fuerza a ir más atrás, mucho más atrás, volver las páginas de la historia y pasar por los Reyes Católicos que unificaron a España en la hegemonía de la fe católica, por las Cruzadas en los siglos XI y XII que arrasaron Europa en su gesta de purificación, o llegar a finales del siglo IV cuando Constantino unió Estado y Religión e instituyó el imperio del catolicismo. La Iglesia asumió entonces el poder imperial y enarboló como símbolo a la cruz. La cruz era el instrumento de tortura usado por los romanos, un símbolo que invoca un asesinato y que remite implícitamente a un asesino. Constantino instaló con la cruz el testimonio perenne del crimen por el que hemos sido acusados los judíos y que permanece grabado a fuego en el alma europea.

Es ciertamente difícil poner una fecha de comienzo a la Shoá, pero la noche del cristal fue el borrador de la carátula de un horror que no había sido conocido antes por la Humanidad. Veamos en qué consistió.

2- DESARROLLO

a) Qué fue la noche del cristal

La noche del cristal[1], fue un acontecimiento violento ocurrido en Alemania y Austria durante la noche del 9 de noviembre de 1938 y las primeras horas del día siguiente. Los mismos nazis, impresionados por la cantidad de vidrios rotos producidos por la destrucción de sinagogas y vidrieras, llamaron a esa noche violenta Noche de Cristal. En su transcurso fallecieron más de 200 personas y miles fueron detenidas y muchas trasladadas a los campos de concentración de Sachsenhausen y Buchenwald, dañaron y en muchos casos destruyeron más de 1.500 sinagogas, casi todas las que había en Alemania, cementerios judíos, más de 7.000 negocios y almacenes. También en Austria la mayor parte de las 94 sinagogas de Viena y las casas de oración fueron dañadas parcial o totalmente. Los judíos fueron arrancados de sus casas por el populacho y sometidos a toda clase de humillaciones, incluyendo el fregar los pavimentos mientras eran atormentados por sus compatriotas austriacos y alemanes, algunos de los cuales habían sido sus amigos y vecinos. El vandalismo salvaje desatado, alentado por los nazis, no fue reprimido por las fuerzas del orden. La comunidad judía alemana, diezmada y empobrecida luego de 3 años de vigencia de las Leyes de Nürenberg, debió, luego de la Kristallnacht, pagar una multa de mil millones de marcos, así como la confiscación de todas las pólizas de seguros como castigo por haber provocado la justa ira del populacho. Las víctimas debían pagar por los daños de los que habían sido sujetos. Un método que los nazis repetirán a lo todo lo largo de la Shoá cuando exigirán a los judíos que paguen su transporte en tren hacia los campos de concentración.

El pretexto para lo que fue la primera Aktion contra los judíos y que luego sería constante en los territorios ocupados, les fue prestado por el ataque a Ernst von Rath, secretario de la Embajada alemana en París, que había tenido lugar 2 días antes, el 7 de noviembre de manos del alemán judío Herschel Grynszpan. Desesperado por lo que sucedía en Alemania, quiso llamar la atención de la opinión pública mundial para conmover su pasividad ante los atropellos constantes. El joven Herschel estaba en Paris y había recibido la noticia de la detención de sus padres y de las penurias que estaban pasando en la frontera polaca. Todavía no estamos en guerra, falta un año para su comienzo formal. Lo que había sucedido era que el 28 de octubre de 1938[2] –doce días antes de la Kristallnacht- unos 20 mil judíos alemanes de origen polaco habían sido secuestrados sorpresivamente en medio de la noche y deportados a Polonia. Aunque muchos de ellos residían en Alemania casi toda su vida e incluso habían sido condecorados por el gobierno alemán por sus acciones en la Primera Guerra, fueron echados a la frontera. Pero una vez allí no fueron admitidos por el gobierno polaco y fueron y vinieron de un territorio a otro, cruzando una y otra vez la frontera y muchos murieron en las primeras noches a la intemperie en esa tierra de nadie. Los padres de Herschel estaban entre los deportados y le habían escrito una carta con el relato de lo sucedido. El joven había intentado renovar su pasaporte polaco para volver con sus padres y apeló repetidamente al secretario von Rath sin éxito. Su indignación e impotencia fue lo que lo llevó a dispararle. Dos días después, el 9 de noviembre, von Rath falleció. Ello brindó a Goebbels la justificación que estaba buscando para disparar la Aktion que ya estaba perfectamente orquestada. Se puso en marcha la poderosa maquinaria propagandística nazi. El mensaje de aliento a la gente era que el asesinato era parte de la conspiración judía expuesta en el corazón mismo de Alemania. Con la apariencia de indignación popular espontánea, se desató un pogrom cuya verdadera razón era la aceleración de la salida de los judíos que aún quedaban en Alemania. En la noche entre el 9 y el 10 de noviembre, en una campaña perfectamente coordinada a lo largo y ancho de Alemania y Austria, bandas de matones de las SA[3], miembros del partido nazi y alemanes comunes recorrieron las calles, en una orgía de violencia inédita.

b) Antecedentes

Esa historia comenzó en 1918, con el final de la Alemania imperial Luego de terminada la Primera Guerra, cae el Imperio del Kaiser y nace la República de Weimar, gestada y parida en un contexto de gran debilidad. El Tratado de Versalles rubricó la derrota de Alemania que debió aceptar duras y humillantes condiciones militares, territoriales y económicas. Los republicanos y demóratas fueron acusados de ser los causantes de la derrota y de su vergüenza. En 1922 se produce el asesinato del Ministro de Relaciones Exteriores Walter Rathenau, asesinado tal vez por ser judío. Una república sin experiencia, joven e ingenua fue la que permitió el acceso de los nacionalsocialistas en 1923. Creían que podrían pactar y controlar a estos desaforados e imponer los valores republicanos, pero fueron ingenuos y no supieron defenderse de los que accederían al poder para traicionar la esencia misma de la república. El partido nazi aprovechó de las vacilaciones de los demócratas para consolidarse, construir y difundir entre sus simpatizantes sus discursos y ataques contra la democracia. Las duras condiciones económicas, la incertidumbre sobre un mejoramiento en el futuro, el sentimiento hondo de haber sido traicionados por los dirigentes, llevó a mucha gente a prestar sus oídos a estos entusiastas que prometían la recuperación de una Alemania de la que podrían volver a estar orgullosos. A fines de los veintes el Parlamento recibió a los primeros diputados y representantes que comenzaron a atacar al sistema desde sus mismas entrañas. Es ésta una potente lección de la historia que muestra cómo un sistema puede colapsar si un número no muy grande de la población actúa de manera eficaz para lograrlo. Cuando la mayoría no actúa, no participa ni se defiende, una minoría decidida se pone en acción y triunfa porque los sistemas democráticos son lentos en su defensa de la legalidad que es al mismo tiempo su garantía. Luego de la crisis económica del treinta que rubricó las falencias republicanas, el ascenso del nazismo fue imparable. Conquistaron el poder usando todos los recursos parlamentarios que les brindaba la democracia para llegar a 1933 con el poder total y el comienzo de las exclusiones a los comunistas, a los socialistas, el incendio del Reichstag, el boicot a los negocios judíos, la quema de libros. El error fue creer que se trataba de un partido más, que sus miembros eran ciudadanos comunes, que no debía darse crédito a su mensaje que era una fantochada. En el mismo error incurrieron los gobiernos europeos que creyeron que era posible negociar y pactar con los nazis, tener con ellos acuerdos de caballeros. La pasividad de la mayoría alemana así como la pasividad del resto de Europa hicieron posible el ascenso del nazismo. Creían que caería solo, creían que no podría sostenerse, creían que al final triunfaría la sensatez y la razón. Cuando se intentaba difundir en el exterior la forma en la que eran tratados los enemigos del régimen, los judíos y otros grupos excluidos, el gobierno alegaba que eran golpes de propaganda de los enemigos del pueblo. Y el mundo permanecía en silencio.

Además de excluir a los judíos del ejercicio de los oficios concretos merced a la Ley para la Ciudadanía del Reich, se los obligó a agregar los nombres de David o Sara a los propios, a llevar la letra J en el pasaporte. Excluidos de la vida civil, de las profesiones y trabajos, expoliados económicamente y finalmente marcados. No había escapatoria.

Unos meses antes de que Herschel matara a von Rath , en julio de 1938, se había celebrado la conferencia de Évian-les-Bains, en Francia. Líderes de 22 países se reunieron para ver si se encontraba algún destino para los judíos que estaban siendo echados de Alemania y Austria y golpeaban las puertas de embajadas y consulados con desesperación. La conferencia fue una demostración de la peor de las hipocresías porque, salvo la República Dominicana, ningún país de los allí presentes, que decía defender la libertad y la justicia, tenía lugar para admitir el ingreso de los judíos. No sólo eso. Declararon, sin que nadie se los pidiera, que ninguna de las naciones reunidas en Évian tenía la menor intención de desafiar el derecho del Gobierno alemán a introducir medidas que afectaran a sus súbditos, porque tales derechos pertenecían a su propia soberanía. Esta declaración constituyó un apoyo implícito a Hitler y su política de exclusión. Hitler entendió perfectamente el mensaje, y supo que nadie se le opondría, que podría hacer con los judíos lo que quisiera. La Kristallnacht fue la puesta en acción de todo esto. Sin ninguna duda, la Kristallnacht es un punto de inflexión en la persecución nazi. De quemar libros se había pasado a quemar sinagogas y edificios, a encarcelar y asesinar personas. Además de medir hasta donde podían llegar y comprobar que el mundo lo toleraba sin mosquearse, fue un campo de pruebas para lo que sobrevendría. Aprendieron de la lección porque se levantaron muchas voces de protesta y solidaridad entre los alemanes por el trato dado a los judíos, lo que enseñó a los jerarcas nazis que estas acciones debían disfrazarse, mantenerse lo más secretas posibles para no horrorizar o irritar demasiado a sus conciudadanos. A partir de allí, la política de exclusión, traslado y exterminio fue llevada a cabo gradualmente, con eufemismos, secretamente, para evitar la oposición de la gente común. La mayoría de los alemanes respondieron a la frase universal de “ojos que no ven, corazón que no siente”. Conocedores como nadie del alma humana, los nazis extremaron los cuidados: mantenían a la masa en la ignorancia, mejoraban su calidad de vida merced a la intensa reactivación industrial y ellos entregaban de buen grado sus hijos a la guerra y cerraban los ojos con alivio.

c) ¿Por qué conmemorarlo?

El pueblo judío se identifica, entre otras cosas, por el ejercicio de la memoria. La memoria es la cadena de transmisión de los valores de nuestra cultura y es el sostén fundamental de nuestra identidad. Celebración tras celebración recordamos que hemos sido esclavos en Egipto y con ello re actualizamos el valor de la libertad, de la lucha por la justicia y la protección del que sufre, recordamos que hemos firmado un pacto ético por el cual nos declaramos iguales en tanto humanidad, con los mismos derechos y las mismas obligaciones que otros pueblos, que otros grupos y que cada uno de nosotros es responsable por el mundo en el que vivimos. Cuando en cada ceremonia matrimonial el novio rompe la copa de cristal, instala en medio de la fiesta instituyente de la continuidad el recuerdo de la destrucción del templo y con ello la admonición de mantener nuestra fidelidad a quienes somos. Se pueden destruir nuestros templos, se pueden quemar nuestros libros, se puede incluso asesinar a nuestra gente, pero no se puede borrar nuestra identidad. La noche del cristal fue el comienzo público de un nuevo intento emprendido en nuestra contra, el más letal, el mejor orquestado, el más exitoso porque se llevó a un tercio de los que éramos. Tal vez debiéramos conmemorarlo dejando vacío un tercio del lugar para comprender de un modo concreto la enormidad de lo que nos pasó. Conmemorar la Kristallnacht es esencial porque su conocimiento y la comprensión de sus contextos y consecuencias, abre interrogantes existenciales que piden ser respondidos.

d) El dilema de cómo ser realistas: Pesimismo y optimismo

La noche de cristal, sucedida hace casi 70 años nos lleva a preguntarnos sobre la posibilidad de la previsión o la anticipación. ¿Cómo saber cuando algún suceso es una tormenta de verano, algo transitorio y pasajero o si se trata del prólogo de hechos de mayor envergadura y peligro? La respuesta a esta pregunta tiene consecuencias prácticas dramáticas porque de ello depende nuestra conducta: ¿nos quedamos y esperamos a buen resguardo que todo pase o hacemos nuestras maletas y huimos mientras nos puedan sostener las piernas? Conversando una vez con un sobreviviente sobre esta cuestión, lo escuché decir que los pesimistas se habían ido de Europa mientras que los optimistas se habían quedado. El impacto de esta proposición fue muy potente porque me obligaba a revisar condiciones básicas de mi vida. Escribí en aquel momento un ensayo sobre el tema que se llamó “Pesimistas, optimistas y realistas. Lecciones de la Shoá”[4]. Pensaba allí que el optimismo nos es esencial para vivir, apostar a que todo estará bien, al destino feliz de nuestro camino, nos da fuerzas para luchar día tras día, pero corremos el peligro de negar lo que tenemos delante de los ojos. Una vez que se conoce el resultado de una acción es fácil reconocer si estaba acertada o no pero no sucede igual antes. En el momento de tomar una decisión no sabemos lo que irá a pasar, no tenemos cómo saberlo. Sólo después, el resultado de nuestra conducta nos revela que incurrimos en un error o que fuimos acertados. Ese resultado, la prueba del error o del acierto, era un dato que no teníamos al momento de tomar la decisión, no sabíamos qué iría a pasar. No hay a veces forma de saber de antemano cuál será el resultado de nuestra acción. No contamos con un servicio pronosticador confiable y seguro que nos sostenga con firmeza en nuestras decisiones más difíciles. Además de un alerta siempre encendido, sólo tenemos la fe, la fe que es la esencia y el resumen de la condición del optimismo: la fe en la bondad humana. Sin ella, todo horizonte será oscuro. Apuesto a un optimismo moderado, a un optimismo labrador de surcos fértiles donde germinen las semillas del Bien. La fe en la bondad humana nos impulsa a luchar por ella, a buscar los modos de generarla, estimularla y sostenerla. La fe en la bondad humana nos hace constructores de futuros y nos dicta la mejor pedagogía posible, la pedagogía del bien. Alguien me dirá que tal vez sea poco realista creer en la bondad. Yo respondo que el ser humano es gestor de sus propios mundos, que el realismo es esa tensión entre el pesimismo y el optimismo, ese espacio dinámico en el que nos balanceamos mirando con un ojo los peligros que nos acechan y con el otro a esa línea de luz que nos recuerda que debemos bregar para que siempre vuelva a salir el sol.

3- CONCLUSIÓN

a) Enseñanzas

La Shoá y la Kristallnacht nos dejan algunas enseñanzas que no desarrollaré ahora para no abusar de vuestra atención y tiempo pero que quiero dejar puntualizadas.

- la defensa a ultranza de la democracia,

- el alerta encendido ante las promesas mesiánicas de los salvadores del mundo,

- el juicio crítico despierto frente a la inundación de consignas, al lavado de cerebro mediático tan bien desarrollado por el Ministerio de Propaganda del III Reich,

- el respeto a ultranza por el derecho a existir de los diferentes grupos y personas,

- la lucha en contra de la discriminación y la exclusión,

- el trabajo por una mejor distribución de la riqueza en el mundo,

- el énfasis firme y decidido en la educación que es la única llave de la pequeña puerta que conduce al futuro de la humanidad.

b) Los tres nuevos mandamientos

Los judíos hemos aportado a la civilización occidental, entre muchas otras cosas, el mensaje del monoteísmo y su código ético fundamental en las Tablas de la Ley, los Diez Mandamientos. Es ésta una ley enunciada en segunda persona del singular, un yo que le habla a un tú, se apela a cada uno de nosotros de modo personal, concreto e intransferible. Nos dice que nuestras acciones no son indiferentes, que somos responsables por nosotros, por el semejante y por el mundo en el que vivimos.

Luego de la Shoá y su horror desatado, permitido por la indiferencia cobarde que lo toleró, el profesor Yehuda Bauer, propone que se agreguen tres mandamientos más a los diez existentes. En mi propia formulación ellos son:

Mandamiento número 11: “Tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, no serán nunca más víctimas”.

Mandamiento número 12: “Tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, no serán nunca más perpetradores”.

Mandamiento número 13: “Tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, nunca, pero nunca más, permanecerán indiferentes ante las injusticias y el padecimiento de un semejante”.

Muchas gracias.

Florida, Argentina, Noviembre 2006



[1] en alemán, Kristallnacht, Reichspogromnacht, Reichskristallnacht o Novemberpogrome

[2] En octubre de 1938 el gobierno polaco anuló la validez de los pasaportes polacos que no fueran visados en el plazo de un mes. El visado sólo podía hacerse en Polonia. Su objetivo era convertir en apátridas a todos los judíos polacos que vivían fuera del país. Muchos, cerca de 70.000, vivían en Alemania. El 28 de octubre, dos días antes del cumplimiento del plazo fijado, la policía alemana detuvo unos 20.000 judíos, mayormente varones adultos y los trasladaron a la frontera germano-polaca.
[3] SA, los Sturmabteilung -División Tormenta-, organización paramilitar del Partido Nazi. Sus miembros fueron conocidos como los “camisas pardas” para distinguirlos de los SS, llamados los “camisas negras”.

[4] Se puede encontrar en http://www.dianawang.net/blog/?p=51