Los refugiados y nosotros

Los medios periodísticos ponen nuestra atención sobre la guerra en los Balcanes y el dilema de los refugiados. Hoy les toca a los kosovares esta triste notoriedad aunque por esta condición transitan un número incierto pero millonario de personas en todo el mundo que han debido huir de sus territorios debido a situaciones de hostilidad, persecución, guerras, limpiezas étnicas y demás linduras de nuestra civilización barbárica. Los refugiados no tienen dónde ir, no parecen tener futuro. Pero esto no es nuevo en la historia de la humanidad. En la conferencia de Evian de 1938, los países del “mundo libre occidental y cristiano” no pudieron resolver el problema de dónde albergar a los judíos que los nazis iban a echar de Alemania. El mundo estaba saliendo de una de sus débacles económicas más intensas; no había lugar para la absorción de más gente, no había trabajo suficiente, no se podía. La conducta de los distintos gobiernos en ese sentido se mantuvo en los años que siguieron (incluso los “neutrales” Suiza y Suecia hasta 1943). No había lugar para los judíos. No tenían a dónde ir, no había quién los recibiera. Recién en 1948 cuando se constituyó el Estado de Israel, apareció un destino legal y posible.

Algunos judíos sin embargo, se salvaron gracias a que en sus mismos países, muchas veces en sus mismas ciudades y pueblos personas no-judías arriesgaron sus vidas, compartieron su alimento, superaron incomodidades diversas. Es verdad que no fueron muchos, pero el que critica a los que no se atrevieron no comprende ni conoce el alcance y grado de lo que sucedía, especialmente en Polonia. En Polonia, los salvadores debían superar barreras muy poderosas para tomar la decisión de arriesgar su vida y la vida de sus familiares.

*La barrera del antisemitismo histórico de los polacos, regado y difundido a lo largo de siglos por los miembros de la iglesia católica.

*La barrera del miedo a la represalia segura de los nazis -muerte propia y de sus familiares- en caso de ser descubiertos por un descuido o una denuncia.

*La barrera de las mil y una situaciones de la vida cotidiana que debían resolver y sostener con una red de colaboradores (comida suficiente en condiciones de racionamiento, el problema de los residuos, la enfermedad y/o muerte de alguno, las rencillas entre los escondidos, las desavenencias y antipatías entre los salvadores y los protegidos, el uso de baños, la limitación del espacio)

*La barrera del lugar ya que era mucho más fácil esconder personas en medios urbanos donde el anonimato permitía ciertas libertades (por ejemplo conseguir comida en diferentes lugares para poder tener la cantidad necesaria) que en los rurales donde todos se conocen.

*La barrera de la molestia de tener que ocuparse de gente que no se conoce, de gente frente a la cual uno está en guardia porque los polacos fueron educados para odiar a los judíos.

Todas estas barreras debieron ser superadas por los salvadores. Fueron, debemos reconocerlo, personas excepcionales, es decir, raras, no comunes.

Yo me pregunto. Yo le pregunto señor o señora: ¿usted -yo- sería capaz de hacer lo mismo? Deje de pensar por un instante en lo que “debería hacer” y concéntrese en lo que efectivamente haría. ¿Usted albergaría en su casa, a riesgo de su propia vida y la de sus hijos, a gente desconocida, gente que habla en un idioma extraño, gente que tiene otras costumbres, gente que le enseñaron que debía odiar porque supuestamente representan una amenaza diabólica, o al menos, gente que no le cae bien porque es diferente? ¿Usted abriría las puertas de su casa, prepararía algún escondite en un desván o sótano, les suministraría alimento, resolvería sus problemas, se aguantaría todas las incomodidades y riesgos, sin saber cuánto tiempo será necesario, si una semana, si un año, si tres? ¿Usted lo haría?

Miro los noticieros. Veo los refugiados kosovares con esa mirada de vacío, de impotencia, de desolación y me pregunto qué haría yo si en lugar de estar en Europa estuvieran acá nomás, pongamos Rosario, o Montevideo... ¿qué haría yo? ¿qué haría usted?